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PEC1. Información de campo de recorrido

¡Hola! para esta primera parte de la PEC he optado por algo tan cotidiano como ir a comprar algunas cosas que necesitamos en casa a un conocido supermercado con el “hit” más grande que la humanidad haya podido conocer. Para ello debo prepararme y salir de casa, a lo que me encuentro con la primera interfaz analógica: la puerta. Cuesta creer como algo tan cotidiano resulta tener unas reglas ya establecidas e interiorizadas por todos, pero que sin ese conocimiento, esa concepción histórica, seríamos incapaces de salir de casa.

En mi caso y en el de mucha gente, se debe realizar una rotación en el sentido contrario a las agujas del reloj para abrir el seguro de la puerta, también podemos hacer el mismo giro a la derecha (siempre en mi caso) para abrir la puerta o bien, utilizar la maneta. Esta es una interfaz robusta, sin florituras y poco intuitiva, ya que cada puerta es un mundo.

Con la puerta abierta, ya podemos salir de casa y toparnos con la segunda interfaz: el ascensor. Esta es una interfaz que siempre me fascina, por como se trabaja los distintos aspectos de usabilidad y accesibilidad. Por un lado, encontramos ascensores de todo tipo: enormes, grandes, pequeños, tamaño Hobbit; más rápidos, más lentos que la L4, con vistas, sin vistas; en definitiva, se enriquece mucho la experiencia visual del usuario… ¿Pero y su funcionalidad?

El ascensor de mi casa tiene un pequeño panel donde nos indica en qué piso se encuentra el ascensor con letras claras “SA” y números, “4” en mi caso de un color verde sobre fondo oscuro. La primera información confusa pero que podemos llegar a interpretar son las dos flechas rojas, que indican que el ascensor está parado en dicha planta. Se intuye. Al pulsar el botón de solicitar, éste se ilumina de color rojo para indicar que el ascensor está en camino.

Tras abrir la puerta, nos dirigimos al panel central para bajar a la calle. Aquí es donde llegan los problemas: ¿Sabemos al 100% que la letra “B” en el panel representa la salida? ¿Qué diferencia hay entre “E” y “B” y por qué no hay un “0”? ¿Nos llevará al aparcamiento? ¿Por qué hay un botón sin letra, qué ocurrirá si lo pulso? mejor no intentarlo. Además de esta información que cambia en cualquier ascensor. Un buen ejemplo de accesibilidad es que bajo el número ordinal, encontramos escrito el número en lenguaje braille.

Ya en el supermercado, me encuentro con la primera interfaz digital: la báscula. Podemos encontrar cartelería muy clara, contrastada y específica en las distintas bandejas del supermercado, pero si queremos exactamente saber cuanto nos vamos a gastar en dicho producto tenemos que usar la báscula.

Me gusta especialmente esta interfaz, por muchos motivos. El primero es que es muy clara y limpia, con la información categorizada en frutas y verduras (aunque me he encontrado algún error de catalogación, todo sea dicho). Una vez hecha la selección, podemos elegir visualmente el tipo de producto elegido, en mi caso el calabacín. Es fácil encontrarlo en la interfaz por el refuerzo de la imagen en la pantalla y su nombre (muy importante reforzar el icono con el texto). El margen de error aquí es mínimo. La interfaz también nos muestra otra información en la parte superior, como el peso del producto, su valor por unidad, y el precio total. Texto grande, contrastado y claro.

Con la compra hecha toca pagar. Este supermercado ha incorporado recientemente dos elementos digitales que me gustan mucho. En primer lugar una pantalla donde vemos el precio de cada producto a medida que pasa por el lector de códigos de barra. Es una pantalla que se lee perfectamente, aunque el contraste del verde y el blanco podría ser más pronunciado para evitar, en personas con problemas visuales o daltonismo, que confunda la información.

La otra interfaz es el datáfono. Un elemento que poco a poco se ha ido modernizando con el uso de la tecnología Contactless. Antes se pasaba la tarjeta de crédito por una banda magnética y se introducía un pin de cuatro cifras. Este datáfono que muestro en la imagen, por ejemplo, ofrece esquemas de colores que se reconocen históricamente en nuestra concepción, y que ya forman parte de nuestra vida en muchos aspectos. Usamos el verde para validar algo, el rojo para hacer todo lo contrario, y el amarillo o naranja como caja de sastre para todo lo demás.

Pero los más modernos y “cool” decidimos pagar de manera rápida y cómoda con un dispositivo inteligente. ¿Útil? muchísimo ¿intuitivo y con un diseño sin barreras y universal? Os aseguro que mi madre o mi suegro serían incapaces de decirme que es contactless y cómo funciona.

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